viernes, 21 de noviembre de 2008

Salud Mental

Por motivos que ahora no vienen al caso, esta mañana he tenido que acercarme a un Centro de Salud Mental de nuestro fantástico sistema de Seguridad Social.

Ya de entrada el panorama que me he encontrado ha sido desolador, pues el local está ubicado en una especie de cueva semioculta sita en los sótanos de un edificio de viviendas por debajo del nivel de las aceras; las paredes rezuman humedad por las grietas, el espacio es mínimo y las instalaciones tan básicas y anticuadas que te parece hasta mentira. No han encontrado un lugar más idóneo para atender este tipo de enfermedades…
Pese al desorden y caos organizativo reinantes, he podido hacerme un hueco y acceder a la secretaría; sin permitirme ni siquiera saludar, una señora funcionaria se ha dirigido a mí pidiéndome los datos en un tono entre arrogante, displicente y desdeñoso, como dando por hecho que yo era idiota y que estaba tarado, y sin dejar que le explicase el motivo de mi presencia en aquel lugar.
Tras husmear en su ordenador me ha mirado por encima de las gafas informándome de que yo había estado en la consulta de un tal doctor Vicente en enero y marzo de este año ¿?, algo que me he apresurado a desmentir…
Ha vuelto a indagar en su pantalla y completamente segura de que yo era tonto y de que negaba la realidad, me ha indicado las fechas exactas de mis visitas al citado psiquiatra con tanta firmeza que he empezado a inquietarme, aunque rápidamente he procedido a reiterarle que no era así.
Entonces me ha explicado que yo no había estado en ese Centro sino en el de “Las Águilas”, y que por eso estaba desorientado, y ha intentado hacerme entender que ellos no eran los mismos de entonces y que yo estaba en otro lugar…
Juro que en ese momento he empezado a dudar de mí mismo hasta el extremo de haber hecho un esfuerzo por recordar aquellas supuestas consultas, pero, aunque cada vez con menos convicción, he vuelto a asegurarle a aquella señora que yo no había acudido nunca a esas dos citas.
Con gesto de molesta incredulidad ha telefoneado a sus colegas del otro Centro y les ha pedido que buscasen la historia número tal…, a nombre de fulanito de cual…, supuestamente yo mismo, y que confirmasen mis visitas al doctor Vicente…
Tras unos momentos de angustiosa y tensa espera porque me imaginaba lo peor, le han comunicado que no, que a mí no me conocían por allí, y yo he respirado aliviado mientras la contrariada funcionaria me echaba amablemente de su despacho.
Pasados unos minutos, y supongo que después de asimilar aquel contratiempo, ha vuelto a llamarme para decirme medio riéndose que aquello era muy gracioso y que yo tenía razón; entonces a mí se me ha escapado un sonoro “menos mal”, y ella me ha preguntado que por qué, que si se había comprobado que el sistema informático estaba equivocado no había de qué preocuparse, que si yo estaba en lo cierto pues que se reconocía y que ya estaba, y que si las evidencias lo negaban pues que sería verdad que el doctor Vicente no me había visto nunca…

Al final la buena señora ha dejado de tratarme de usted, y abandonando su tono de grave seriedad me ha despedido con un cómplice “venga majo”, como aceptándome en su cuerdo mundo tras haber decidido que yo no estaba loco.


1 comentario:

Amaury Grapes dijo...

La verdad es que este tipo de cosas suelen pasar mucho en centros de atención pública, sobre todo los relacionados con servicios sociales, igual ocurre en el INEM, los funcionarios que te atienden suelen tener tendencia a ese aire de superioridad, como si te estuvieran perdonando la vida y que te hacen sentir una mierda.

Más besos, wapetón